Puedo escuchar la nada y seguir callando
Mis dedos son los que soportan el peso entero
de la soledad que no quiere llorar
ausencias ni presencias.
Son hojas las que gritan aplastadas por mis pies
cansados de tanto sostener el cuerpo todo
contenedor infame de enfermedades y recuerdos.
No supongas que ahora te voy a hablar
de otoños "esperados" desde siempre
de cuando el cielo presagiaba no indicaba.
Sólo diré que la filosofía me ha ayudado
a seguir enredando mis historias
sin otra conclusión que la mentira.
Terminaré afirmando que es el otro
el que me dicta la poesía el que destruye
lo que quiere iniciarse cada día.
Y que a pesar de perderme en el fraseo
prefiero la palabra equivocada antes de que
tu mirada me silencie y mi lengua se destroce
entre tus dientes
sábado, 24 de octubre de 2009
miércoles, 14 de octubre de 2009
VERSEAR
A veces es bueno reconocer al tacto
esa escritura que arrasará con premios
concursos y estatuillas.
Sentir el braille de una poesía clara.
Pero la mía muere oscurecida
por la opacidad de mis palabras.
Sin medida ni rima.
Ni siquiera sabe cómo se construyen los sonetos,
no se quiere acostar junto a Borges o Neruda
y teme perder su himen si flirtea con Vallejo
aunque ya haya sido profanada por mis manos.
Y en un instante, el cielo me protege:
se desploma
sobre tanta estupidez escrita
y moja mis palabras
las tiñe a su arbitrio
de amarillo Van Gogh
o azul Picasso
cubriéndolas de nada y de silencio,
salvándolas
de la lenta agonía
del menosprecio
o de la indiferencia.
esa escritura que arrasará con premios
concursos y estatuillas.
Sentir el braille de una poesía clara.
Pero la mía muere oscurecida
por la opacidad de mis palabras.
Sin medida ni rima.
Ni siquiera sabe cómo se construyen los sonetos,
no se quiere acostar junto a Borges o Neruda
y teme perder su himen si flirtea con Vallejo
aunque ya haya sido profanada por mis manos.
Y en un instante, el cielo me protege:
se desploma
sobre tanta estupidez escrita
y moja mis palabras
las tiñe a su arbitrio
de amarillo Van Gogh
o azul Picasso
cubriéndolas de nada y de silencio,
salvándolas
de la lenta agonía
del menosprecio
o de la indiferencia.
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